Tomar decisiones siempre implica un grado de Riesgo, aunque muchas veces no lo notemos. Está presente en nuestra vida cotidiana constantemente; desde decidir dónde invertir nuestro dinero, qué carrera seguir, iniciar un vínculo o mudarse. No existen certezas, solo proyecciones.
En el ámbito de la Evaluación de Proyectos, el Riesgo se define como la variabilidad de los Flujos de Caja Estimados versus los reales. Cuanto mayor sea esa brecha, mayor será el riesgo. Para medirlo, se utilizan herramientas como la Desviación Estándar o Coeficiente de Variación, que ayudan a visualizar la dispersión posible de los resultados. Incluso se aplican métodos complejos como la Simulación de Monte Carlo. Sin embargo, en la vida diaria no solemos tener datos duros ni fórmulas. Solo contamos con intuiciones, aprendizajes pasados y expectativas.
Durante días mi mente
evaluó distintos Escenarios, desde si afectaría mi rendimiento académico hasta si podía
llegar a deteriorar un vínculo importante en el futuro. Pensé sin fórmulas, pero en algo
parecido a un “VAN Emocional”, tratando de visualizar el impacto que cada
alternativa tendría en mi bienestar a largo plazo. Sin darme cuenta, hice algo
similar a un Análisis de Sensibilidad, ya que, evalué hasta qué punto podía
cambiar ciertas variables (como las horas de estudio o mi nivel de estrés) antes de que el
“Proyecto” se volviera inviable para mí.
Finalmente, opte por no sumar ese tercer trabajo. Decidí gestionar el riesgo priorizando mis metas académicas y evitando una exposición emocional mayor.
En definitiva, los
riesgos no desaparecen, se gestionan. Elegimos entre alternativas sabiendo que no
controlamos todas las variables, pero intentando minimizar los posibles efectos
negativos.
Aunque la vida no tiene una “Tasa de Descuento ajustada”, cada decisión implica resignar algo hoy para apostar a un futuro mejor. Y al igual que en los Proyectos de Inversión, lo importante no es evitar los riesgos, sino comprenderlos, asumirlos y actuar con criterio.
Al fin y al cabo, tanto en los negocios como en la vida, lo que más pesa no es el riesgo, sino el valor que le damos al intentarlo.
En modo de conclusión, tomar decisiones siempre implica riesgos e incertidumbre, tanto en el ámbito profesional como en la vida personal. Sin embargo, el riesgo no debe verse como un obstáculo, sino como una variable que podemos entender y gestionar mediante la reflexión consciente y la evaluación de nuestras prioridades. Al igual que en la evaluación de proyectos, donde se utilizan herramientas para medir y reducir riesgos, en nuestra vida diaria podemos aplicar un pensamiento estratégico para balancear costos y beneficios emocionales, académicos y económicos.
Finalmente el verdadero valor de una decisión no reside en la ausencia de riesgo, sino en el coraje de actuar con conciencia y propósito, apostando por aquello que consideramos más valioso para nuestro bienestar y crecimiento.
Fuentes:
- Lic. / Esp. Verónica Diana Pepe. Diseño, Gestión y Evaluación de Proyectos UNTREF – Unidad 7: “Análisis de Riesgo y Sensibilidad”.
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