miércoles, 21 de mayo de 2025

Tengo una idea… ¿y ahora qué? Cómo los Estudios del Proyecto me prepararon para Emprender, incluso antes de tener un Emprendimiento


Siempre me gustó la idea de emprender. Tener algo propio, crear un proyecto desde cero, tomar mis decisiones, trabajar de lo que me apasiona. Pero, siendo sincera, todavía no sé qué forma concreta podría tener ese proyecto. No tengo una idea definida, ni un nombre, ni un producto en mente. Sin embargo, gracias a los conocimientos adquiridos a lo largo de mi trayecto académico, siento que estoy mucho más preparada para enfrentar ese momento, cuando llegue. 

Emprender no solo empieza con una buena idea, sino también con la capacidad de evaluar si esa idea realmente tiene sentido, si es viable, y si vale la pena poner en ella tiempo, energía y dinero. Los Estudios del Proyecto son una gran herramienta para determinar la viabilidad de una idea y son aplicables a cualquier emprendimiento, incluso a uno que todavía no existe. Cada Estudio me mostró que detrás de cualquier “buen proyecto” hay muchas preguntas que deben ser respondidas antes de dar el primer paso.

Uno de los primeros aspectos que debemos considerar es el Mercado. Es fácil enamorarse de una idea, pero ¿hay alguien dispuesto a pagar por eso? ¿Existe realmente una necesidad que mi proyecto pueda satisfacer? Imaginarme vendiendo un producto u ofreciendo algún servicio, me lleva a pensar en quién sería mi público, cómo compra hoy esos productos, qué precios está dispuesto a pagar y, sobre todo, qué podría ofrecer yo que sea diferente a lo que ya existe. En ese sentido, el Estudio de Mercado me da una mirada objetiva, que va más allá del entusiasmo inicial.

Después aparece el Estudio Técnico, en este punto es donde hay que empezar a planificar de qué manera y con qué recursos vamos a llevar a cabo la idea. No se trata solo de lo que quiero vender, sino de cómo voy a hacerlo. ¿Qué necesito para que funcione? ¿Dónde produciría? ¿Con qué herramientas, procesos, proveedores o plataformas? Pensar en estos aspectos me hizo entender que muchas veces el problema no es la idea en sí, sino la falta de planificación sobre su funcionamiento práctico.

Otro aspecto que no se suele considerar al iniciar un pequeño emprendimiento, es el Estudio Legal. Siempre pensamos en lo legal cuando el emprendimiento crece, pero lo cierto es que los problemas aparecen cuando no se contemplan desde el principio. ¿Qué permisos se necesitan? ¿Qué forma jurídica me conviene? ¿Cómo declaro los ingresos? Incluso algo que parece tan simple como vender tortas caseras implica obligaciones sanitarias y fiscales que no pueden ser ignoradas. Estudiar estos temas me ayudó a entender que estar en regla desde el inicio no es una carga, sino una forma de cuidar el proyecto.

Por otro lado, el Estudio Organizacional me hizo reflexionar sobre la gestión del día a día. Aunque un proyecto arranque con una sola persona, hay tareas que organizar y decisiones que tomar. ¿Voy a hacer todo sola? ¿Cómo me organizo para poder cumplir con todo? ¿Qué herramientas puedo usar para automatizar ciertas procesos administrativos? Un servicio de consultoría, por ejemplo, nos permite analizar cuestiones sobre cómo coordinar con los clientes, cómo administrar horarios y cómo hacer seguimiento de cada proceso. Nada de eso se resuelve sobre la marcha si no se piensa de antemano.

Por último, el Estudio Financiero es el que permite traducir una idea en cifras concretas, proyectando la rentabilidad, sus limites y sus riesgos. Una idea puede ser original o muy creativa, pero si no se sostiene económicamente, no va a durar. Entender cómo se calcula la inversión inicial, el capital de trabajo, los costos fijos y variables, la rentabilidad, me permitió hacer una evaluación más realista. Utilizar herramientas como el VAN, la TIR, el PRD (Periodo de Recupero Descontado) permite determinar si el proyecto generará valor, comparar alternativas de inversión y tomar decisiones fundamentadas en datos concretos, más allá del entusiasmo o la intuición. ¿Cuánta plata necesito para arrancar? ¿En cuánto tiempo la recupero? ¿Vale la pena el riesgo? Incluso si en este momento no tengo cifras concretas, sé qué preguntas debo hacerme el día que las tenga.

Lo que más valoro de haber aprendido estos contenidos es que, aunque todavía no tenga claro qué proyecto quiero llevar adelante, ya me siento más preparada para cuando ese momento llegue. Los Estudios del Proyecto me dieron una forma de ordenar ideas, de pensar con lógica y de bajar a tierra cualquier iniciativa que me entusiasme.

Hoy no tengo definida una idea, pero sí tengo herramientas que me permiten analizar si algo tiene sentido o no. Porque cuando tenés las herramientas, una idea deja de ser solo una idea.

Fuentes:
  • Lic./Esp. Verónica Diana Pepe. Resumen de Unidad N°1. Diseño, Gestión y Evaluación de Proyectos. Lic. en Administración de Empresas, UNTREF.

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